El mantenimiento se define como el conjunto de actividades necesarias para que el nivel de prestaciones para el que ha sido proyectada una construcción, con arreglo a los criterios definidos en la reglamentación aplicable, no disminuya durante su vida útil de proyecto (o su extensión) por debajo de un cierto umbral, vinculado a las características de resistencia mecánica, durabilidad, funcionalidad o estéticas.

El mantenimiento es una actividad de carácter preventivo que evita o retrasa la aparición de problemas que, de lo contrario, tendrían una resolución más complicada y una cuantía económica muy superior. Por ejemplo, una rehabilitación estructural (devolverle las prestaciones perdidas) al cabo del período de amortización puede requerir de desembolsos equivalentes a varias veces el de construcción si no se practica una adecuada política de mantenimiento.

El mantenimiento suele ser, por lo general, una etapa sobre la que no se presta toda la atención necesaria en la fase de proyecto, creyendo que las construcciones perdurarán muchos años sin sufrir deterioros significativos. Esto se explica en parte en el caso de las estructuras de hormigón, que pese a la enorme importancia que tienen dentro de cualquier edificio u obra de ingeniería civil (puentes, galerías subterráneas, etc.), no fue hasta la Instrucción EHE-08 cuando se incluyó por primera vez un capítulo específico de mantenimiento. Con el nuevo Código Estructural, de reciente entrada en vigor [1], se profundiza en el mantenimiento, refiriéndose más bien a la gestión de las estructuras, como concepto más amplio que abarca otras acciones correctivas como la reparación o el refuerzo.

Uno de los aspectos probados de los elementos prefabricados de hormigón es que garantizan por norma general una mayor durabilidad, lograda a partir de trabajar de forma industrial (procedimientos más minuciosos y controlados, mejores hormigones, mejor aseguramiento de los recubrimientos de las armaduras, etc.), lo que tiene como consecuencia más inmediata la necesidad de requerir un menor número de tareas de mantenimiento durante la fase de servicio de la construcción, con la consiguiente reducción de gastos imprevistos que, en muchos casos, tienen que acabar sufragando los propios usuarios finales (propietarios de edificios, las administraciones públicas sobre las infraestructuras, etc.).

Según un estudio reciente realizado en España, el 60% de las reclamaciones efectuadas se debe a defectos que afectan a la habitabilidad, fundamentalmente a humedades en el garaje, por delante de la mala terminación de las obras, sobre todo en alicatados en baño y cocinas, con un 30%, y los vicios ruinógenos, que se reflejan en la aparición de grietas en fachadas, que suponen el 10% restante.

En cualquier caso, como cualquier elemento constructivo o instalación que conforma una obra, los elementos prefabricados de hormigón podrían sufrir deterioros con el paso del tiempo, por lo que resulta conveniente establecer y aplicar un determinado seguimiento a la situación y evolución de las características de los mismos, incluso con el apoyo de la tecnología a través de la monitorización mediante sensores embebidos que permiten controlar de forma remota distintos parámetros durante todo el ciclo de vida de la construcción [2].

También debe considerarse la ubicación del elemento y su clase de exposición. Por ejemplo, no será lo mismo un panel de fachada expuesto a los agentes ambientales exteriores, que un pilar prefabricado oculto o una escalera prefabricada que quede revestida.

El prefabricador, que cada vez asume un mayor compromiso en las decisiones del proyecto pese a que sea un estudio de arquitectura (caso de los edificios) o ingeniería (caso de la obra civil) quien desarrolle el proyecto, puede poner su conocimiento y experiencia para proponer aquellos diseños que aseguren una mayor durabilidad del activo construido y, por tanto, requiera de menos labores de mantenimiento futuras, como, por ejemplo, definiendo formas y detalles constructivos que faciliten la evacuación del agua y sean eficaces frente a los posibles mecanismos de degradación del hormigón, la optimización de las juntas en el caso de las fachadas, el diseño de la geometría de los elementos de forma que no favorezcan la acumulación de suciedad y sustancias agresivas, etc.

En el caso de los edificios construidos en España, la Ley de Ordenación de la Edificación, Ley 38/1999, de 5 de noviembre, estableció la obligatoriedad del seguro decenal para el caso de las estructuras, por el que la empresa constructora debe suscribir un seguro de responsabilidad que cubra los posibles daños durante los primeros diez años después de su construcción. Este seguro trasciende por norma general al proveedor de los elementos constructivos si no es además éste el encargado de su colocación en obra, debiendo asegurar únicamente las prestaciones en el momento de suministro, como es el caso de los productos prefabricados de hormigón que deben cumplir casi todos el marcado CE obligatorio a través de la entrega de la declaración de prestaciones.

A medida que se intensifica la imposición de criterios de sostenibilidad a lo largo de todo el ciclo de vida de las construcciones, la previsión de mantenimiento futuro irá adquiriendo aún más importancia, en la medida de que es uno de los parámetros evaluables en la cuantificación de los impactos medioambientales que pueden surgir durante la etapa de uso de la construcción, primándose aquellos materiales y diseños constructivos que requieran una menor frecuencia y nivel de actuaciones de mantenimiento. En este estudio sueco [3] se estimaron entre otras las intervenciones a llevar a cabo en un edificio con una vida de servicio de 100 años, según la materialización de su estructura y de sus cerramientos:

  • 6 intervenciones importantes para el edificio de madera
  • 3 intervenciones importantes para el edificio de hormigón in situ
  • Ninguna intervención importante para el edificio mediante elementos prefabricados de hormigón.

Resultando, por tanto, una mejora clara en las tres vertientes de la sostenibilidad al anular las intervenciones en el caso del edificio resuelto mediante elementos prefabricados de hormigón: ambiental (no necesidad de extraer recursos materiales para reforzar o reparar el edificio existente, nula gestión de los residuos que se generen), económica (no hay un gasto adicional para los propietarios del edificio) y social (no se genera ruido, polvo o suciedad al no tener que llevar a cabo una obra durante el uso y explotación del edificio).

[1] Curso «Los elementos prefabricados de hormigón en el nuevo Código Estructural». https://indespre.com/cursos/h453-los-elementos-prefabricados-de-hormigon-en-el-nuevo-codigo-estructural/

[2] “Uso de sensores en prefabricados de hormigón: monitorización de estructuras”. Ciclo Otoño Sostenible ANDECE https://youtu.be/oPQ0x1g7y_s

[3] “Energy and climate-efficient construction systems. Environmental assessment of various frame options for buildings in Brf. Viva”. Swedish Cement and Concrete Research Institute. 2015 https://bit.ly/3cJoCHs