Situación actual

Los edificios causan alrededor del 40 % del consumo energético de la UE y del 36 % de las emisiones de gases de efecto invernadero, especialmente durante su fase de servicio. Esto en gran medida se explica porque todavía permanece en pie un parque edificado muy extenso, levantado especialmente en Europa durante las décadas de los 60 y 70 tras las grandes guerras, que aunque están en condiciones aceptables distan mucho de cumplir los requisitos reglamentarios actuales, especialmente en lo que se refiere a la eficiencia energética o el aislamiento acústico. Pese a ello, se estima que sólo el 1 % de los edificios se renueva cada año de manera eficiente desde el punto de vista energético, por lo que es fundamental adoptar medidas eficaces para que Europa sea climáticamente neutra de aquí a 2050.

De este modo, la Comisión Europea publicó el pasado mes de octubre la “Renovation Wave” u ola de renovación, una estrategia para duplicar al menos el ritmo de renovación de edificios durante los próximos 10 años y a garantizar que las renovaciones den lugar fundamentalmente a una mayor eficiencia energética y una utilización más responsable de los recursos.

A nivel español esto podría articularse a partir del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la Economía española, que a través de los programas de rehabilitación de edificios y regeneración urbana, destinará cerca de 7.000 millones de euros en ayudas para rehabilitar las viviendas por las que los propietarios obtendrían entre el 35% y el 100% del coste de las obras de mejora de los edificios.

¿Rehabilitación u obra nueva?

No obstante, el primer análisis que debe realizarse antes de acometer cualquier obra de rehabilitación parcial o integral de una construcción existente, debería ser la valoración del coste de la actuación desde todos los puntos de vista (económico, social y ambiental) y compararlo con el que supondría su reconstrucción total. En este enfoque debe tenerse en cuenta la vida útil del edificio tras la rehabilitación y la posible vida útil de una obra nueva, las molestias en el entorno y las ventajas comparativas de un edificio nuevo con uno rehabilitado. Es muy común que determinados edificios sufran constantes obras de reforma, con el consiguiente coste económico y perjuicios a los propietarios o inquilinos y al entorno, que podrían resolverse con una actuación integral de reconstrucción.

Las rehabilitaciones que tienen como objetivo mejorar la calificación energética del edificio, por ejemplo mediante la instalación de aislantes y una segunda piel al edificio, son muy adecuadas y encajan perfectamente en la idea de renovación y actualización del parque de viviendas, pero suele requerir importantes inversiones y a menudo se confunden con reformas puramente estéticas que no mejoran significativamente el comportamiento final del inmueble.

Otro punto importante es la sustitución de elementos deteriorados o que requieran un alto coste en mantenimiento por otros que no requieran la aplicación de pinturas o recubrimientos poco duraderos.

Figuras.- Análisis que realizó el banco noruego SpareBank 1 SMN para estudiar los impactos económicos y medioambientales de rehabilitar su antigua sede en Trondheim o construir un nuevo edificio

Soluciones en prefabricado de hormigón para la rehabilitación de edificios

Igual que ya se observa en la obra nueva, en general los elementos de construcción in situ deberían dejar paso a elementos industrializados como los prefabricados de hormigón de durabilidad probada, menor mantenimiento posterior y en los que se reduce al máximo el margen de error en la colocación.

Una de las soluciones constructivas que mejor se adaptan a la rehabilitación de edificios son las fachadas ventiladas, que permiten simultáneamente una mejora del comportamiento energético (reducción del consumo de energía y aumento del confort térmico en el interior), acústico, impermeabilidad y mejora de la estética. Se configuran utilizando un revestimiento exterior a base de paneles o aplacados, bien de hormigón armado con fibras (véanse las fibras de vidrio – paneles de GRC) u hormigón polímero, fijados mediante una subestructura portante al paramento existente y una capa de aislamiento térmico y/o acústico que se intercala o va integrada dentro del propio panel, conformando una solución extraordinaria que permite extender la vida útil del edificio, al crear una nueva piel exterior del edificio que lo protege eficazmente de la acción ambiental además de una más que probable revalorización del inmueble. También en las fachadas nos podemos encontrar con muchas piezas ornamentales en prefabricado de hormigón que pueden servir para restaurar los elementos originales, muchos de ellos tallados en piedra natural, como jabalcones, alfeizares, petos.

En el interior de las viviendas podemos encontrarnos igualmente con varios elementos prefabricados de hormigón que sirven para una renovación necesaria del inmueble, tanto en términos funcionales como estéticos. Aquí nos encontrarnos de nuevo con los aplacados de hormigón armado con fibras o incluso ladrillos de pequeño formato que se adhieren directamente a las particiones interiores, ofreciendo una extensa variedad de acabados superficiales (texturas, colores) y formatos.

Otro elemento clásico es la baldosa de terrazo, que vuelve a resurgir como material con el que revestir los suelos frente a otras alternativas, al haber evolucionado técnicamente para adaptarse a las exigencias actuales, tanto formales como funcionales (véanse su mayor resistencia al deslizamiento o su mayor resistencia a la rotura frente a otras alternativas del mercado). Este nuevo terrazo se fabrica con virutas de mármol, vidrio, granito o resinas epoxi, habiéndose convertido en una propuesta muy actual que arquitectos e interioristas utilizan en proyectos a los que quieren darle cierto aire retro. Y surgen nuevas soluciones en prefabricado de hormigón como los platos de ducha, las encimeras, o incluso distintos elementos de mobiliario interior, que sirven indistintamente para la obra nueva como para la rehabilitación.

También aquí tienen cabida diversos elementos estructurales como vigas o pilares, que en algún caso se utilizan para actuaciones de refuerzo de la estructura existente mediante la reposición de los elementos anteriores, por necesidad de cambio de uso o ampliaciones del edificio.

El futuro de la rehabilitación de los edificios

Al cabo de 50 o más años de utilización, los edificios suelen perder atractivo para los arrendatarios y es necesario que los propietarios hagan una renovación/ modernización. Un concepto de diseño adaptado podría simplificar este tipo de rehabilitaciones. Por eso el concepto original de los edificios del futuro debería contar con una vida útil diversa de los diferentes componentes: por ejemplo, 100 años o más para la estructura portante, de 30 a 60 años para la fachada, de 5 a 10 años para el equipamiento técnico. Por lo tanto, cada una de las categorías de los sistemas constructivos (fachada, equipamiento técnico, et.), independientemente de la estructura portante principal, debe estar construida de tal modo que al final de su vida útil se pueda renovar o sustituir sin que otros componentes se vean afectados o incluso se deban eliminar.

En el futuro, la demolición de edificios completos será cada vez más escasa, y aumentará la demanda de construcciones o remodelaciones en los edificios ya existentes: el principal motivo de ello son los crecientes costes de la demolición, que se deben, sobre todo, a unas reglas más estrictas relativas a las emisiones de ruido y de polvo, así como las limitaciones del tráfico.

También aquí podría ser un campo abonado para el empleo de técnicas de impresión 3D que mediante el empleo de equipos especiales podrían facilitar la restauración de elementos deteriorados.

En las próximas dos entregas de esta serie de rehabilitación y prefabricados de hormigón, abordaremos el encaje de estas soluciones constructivas en las infraestructuras de obra civil y en la regeneración de las áreas urbanas.